«La potencia de las plazas no estaba en las asambleas generales, sino en los campamentos, es decir, en la autoorganización de la vida común (infraestructuras, alimentación, guarderías, enfermería, bibliotecas, etc.). El ‘paradigma del habitar’ se opone al del ‘gobierno’. En el paradigma del habitar, no hay vacío u oposición entre sujeto y mundo, sino que los mundos se pliegan sobre sí mismos para pensarse y darse formas. No se decreta lo que debe ser, sino que se elabora lo que ya está siendo. No se funciona a partir de una serie de metodologías, procedimientos y formalismos, sino de una ‘disciplina de la atención’ a lo que pasa (cómo pasa, por dónde pasa…); las decisiones no se toman, ni por mayoría ni por consenso, sino que más bien prenden, se decantan en la discusión; no son elecciones entre opciones dadas, sino invenciones que surgen de la presión de un problema o una situación concreta; y las aplican quienes las toman, comprobando en primera persona lo que implican, confrontándolas con la realidad, haciendo de cada decisión una experiencia. La libertad no tiene que ver con la ‘participación’, o con la elección y el control de los representantes, sino con el despliegue de las iniciativas, con la construcción de mundos habitables, con prácticas concretas. No tanto con ‘poder decidir’ como con ‘poder hacer'».

Fuente: Amador Fernández Savater. Explicación sobre la crítica a la democracia del Comité Invisible.

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